En los territorios se reflejan procesos sociales, económicos, políticos y también, por supuesto, ambientales. En los territorios se materializan, también, asimetrías, problemáticas, conflictos e injusticias. Es el ejercicio de la territorialidad la que construye los territorios: territorialidad ejercida por la acción de un sujeto, individual o colectivo, con el objetivo de cumplir un interés específico (Días, 2022). Ahora bien, hay diferentes maneras de ejercer esa territorialidad, de incidir sobre un determinado recorte espacial. ¿Qué quiero decir? En general, los conflictos ambientales se producen porque un determinado actor social (un empresario sojero, una megaminera, una industria contaminante) ejerce extractivismo, y ese extractivismo es el que configura esos territorios. El extractivismo es un ejercicio de territorialidad violento y desposesivo: genera desplazamientos forzados, enferma comunidades, viola derechos humanos, explota trabajadores, deteriora ecosistemas y, por sobre todas las cosas, es injusto social y ambientalmente: incrementa y concentra ganancias y rentabilidad, y desparrama pobreza.
Lo esperable, ante el atropello del capital sobre los territorios, es que se produzcan conflictos. Por esa razón es tan importante que las y los docentes trabajemos con nuestros estudiantes que la idea de conflicto no es, en sí misma, “mala”. Nosotros, y ellos, asociamos “conflicto” con algo negativo. En cuestiones ambientales el conflicto no solo no es malo, sino que es esperable, deseable y sano socialmente. Además, el conflicto es un punto de contacto fundamental entre la geografía y el ambiente. Porque el concepto de conflicto ambiental remite, por un lado, a un territorio determinado y, por otro, a la existencia de dos o más sujetos sociales que lo disputan: multiterritorialidades que construyen, deconstruyen y reconstruyen territorios. De esta manera, no alcanza con que un sujeto social provoque un deterioro ambiental para hablar de conflicto ambiental. La aparición de una problemática ambiental no implica necesariamente la existencia de un conflicto: es necesario que haya otro actor que tome conciencia de la ocurrencia de ese daño y que esté dispuesto a defender o proteger el ambiente afectado. El objeto pedagógico debe ser, siempre, el conflicto.
Días (2023) sostiene que el capitalismo no es únicamente un proceso histórico sino eminentemente geográfico. El extractivismo, la “pata” productiva del capitalismo, también lo es. Un extractivismo que
“para perjuicio de las mayorías contemporáneas y las generaciones venideras, implicó la destrucción de una infinidad de ecosistemas ancestrales, la extinción forzada de un buen número de especies, y la esclavitud, el maltrato, el desplazamiento y el genocidio de millones de personas” (García Ríos, D; Días, R. y Romero, J., 2023, p. 7).
Como proceso geográfico, el extractivismo (y el deterioro ambiental que produce) debe ser analizado con las herramientas que la geografía renovada ofrece, y de ese modo podremos también territorializar los conflictos ambientales y analizarlos de manera crítica y con enfoque político.


